Otra de las deliciosas recetas de la Abuela de Antonio, que como siempre le salen a ella infinitamente mejor que a mí. Son unos dulces muy poco dulces (sólo llevan el azúcar espolvoreado por encima) que en Galicia se suelen tomar en época de carnaval. Se llaman orejas porque al freírlas se les da la forma de orejas de cerdito, pero en muchas panaderías y pastelerías se ven con una sosa y moderna forma perfectamente rectangular. Las cantidades de la receta son las apropiadas para un huevo, y dan para entre 30 y 60 orejas, dependiendo de lo mañosos que seais con el rodillo de cocina, porque cuanto más fina quede la masa, mejor (y más unidades por igual cantidad de masa). Si sois pocos en casa y os gustaría hacer menos, dividís todos los ingredientes a la mitad, y para partir el huevo, ya sabeis el truco: batidlo primero y añadid sólo la mitad.
INGREDIENTES
600 gr. de harina de trigo.
1 huevo.
100 gr. de margarina o mantequilla.
150 ml de leche.
1 cucharadita de canela.
La ralladura de 1 limón.
150 ml de agua.
150 ml de aceite
Una cucharada de licor de anís.
Azúcar glass.
Mezclamos en un recipiente el huevo, la mantequilla derretida, la leche, el aceite, el anís y la canela, y vamos incorporando poco a poco la harina hasta formar una masa elástica. Dejamos reposar un cuarto de hora.
Y ahora el secreto de que las orejas queden muy crujientes:
Estiramos la masa con la ayuda de un rodillo, y la salpicamos con un poco de agua. Doblamos dos veces y amasamos otra vez. Se convertirá en una masa pegajosa, pero seguiremos amasando hasta que integre toda el agua y vuelva a desprenderse de la superficie de trabajo. Repetimos la operación un par de veces, y ya podemos darles forma a las orejas.
Para hacerlas, cogemos trozos de masa y la estiramos con el rodillo cuanto más fina mejor, en tiras de unos 15 cm de ancho. Cortamos triángulos equiláteros y freímos en abundante aceite a media temperatura, para que no se tuesten demasiado. Al echarlas de una en una en la sartén, se les da forma con la ayuda de un tenedor, hendiendo uno de los lados de cada triángulo hacia el vértice opuesto. Se mantiene el tenedor unos segundos hasta que al despegarlo de la masa ésta mantiene la forma con pliegues. Se fríen unos minutos agitando la sartén continuamente o cubriéndolas de aceite con la ayuda de una espumadera.
Se retiran del aceite y se dejan escurrir sobre un papel absorbente. Luego se espolvorean con azúcar glass mezclado con canela molida, en una proporción de cuatro a una.
No sé exactamente el motivo, pero saltándose el paso del salpicado de agua y amasado, no quedan tan crujientes ni aguantan tantos días como el primero. Crujientes y sabrosas.
¿Tienen forma de oreja de cerdo? ¡Y yo siempre les vi forma de oreja de persona! Seguro que lo pensé de pequeña y nunca más las volví a mirar. Qué cosas se dan a veces por sentado sin fijarse en la realidad.
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